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La sociedad civil planta cara al amianto

Aunque usted no haya probado un cigarrillo en su vida, sepa que puede ser candidato a padecer un cáncer de pulmón. La causa de esta aparente paradoja tiene un nombre: amianto. Se calcula que la exposición a este material provoca el 15% de casos de esta enfermedad, además de otras graves dolencias como la asbestosis y el mesotelioma, un tumor mortal de necesidad, causado en exclusiva por esta sustancia.

Pero, ¿qué es el amianto, conocido también como fibrocemento o más popularmente por uralita, su nombre comercial?

Se trata de un mineral compuesto de millones de microfibras, excelente para su uso en la construcción al poseer grandes cualidades, como ser un buen aislante. De hecho, fue utilizado profusamente en este sector durante la llamada “época del desarrollismo”. Éste es uno de los motivos de su abundancia en nuestra vida diaria y, por tanto, de su enorme riesgo, ya que, como señala Joan Maria Soler, miembro de la Comisión contra el Amianto de la Favb, “el amianto no es que sea peligroso, es que es muy peligroso. Porque produce cáncer. Directamente. Y además, cáncer de primer grado, que es el más letal que existe”.

Una peligrosidad que ya era conocida desde hace décadas, pues se prohibió en España en 2002, “porque era evidente que por aquel entonces ya había muertos causados por él”. E insiste en que esta sustancia está omnipresente en nuestra vida cotidiana: “está en todos lados. No sólo en los tejados, sino también en los bajantes y en muchos otros sitios de la casa: hornos, recubrimiento de columnas, etc. Y también en muchos otros ámbitos, como frenos de coches, de trenes, en la industria…”. “Hasta en conducciones de agua potable, de las que quedan muchos kilómetros en Barcelona -y no solamente en Barcelona- confeccionados con uralita”, denuncia Miguel Moreno, miembro del movimiento de Jubilados de Macosa-Alstom contaminados por Amianto.

En total, nada menos que cuatro millones de toneladas de este material tóxico, sólo en Cataluña.

Un asesino silencioso
Joan Maria Soler no duda en calificar el tema del amianto de “dramático” y ofrece datos: “se calcula que en España existen 40.000 víctimas causadas por este material, es decir, más de las que ha habido por accidentes de tráfico”. Y Moreno precisa cómo actúa este material: “el amianto siempre se presenta unido a otro material que actúa de aglomerante. La uralita, por ejemplo, se fabrica con un 13-15% de amianto, al que se añaden cemento y adhesivos. Pero con el paso del tiempo -aunque también debido a las condiciones atmosféricas-, el cemento y los adhesivos se descomponen, liberándose así las microfibras de amianto”. Unas fibras prácticamente invisibles, que flotan en el ambiente y que pueden ser, o bien ingeridas, o bien inhaladas.

Por tanto, estamos ante un asesino silencioso, que mata de forma invisible, sin sangre ni grandes aspavientos, y a largo plazo. Pero el fibrocemento no solo pasa desapercibido por este motivo. Como material típico del desarrollismo, muchos creen que el amianto es agua pasada, algo lejano, distante, que no puede afectarnos. Pero precisamente esa lejanía en el tiempo es lo que le hace más peligroso, tal como explica Soler: “desde su prohibición en 2002, ya no se utiliza este material. La mayor parte tiene treinta o cuarenta años. Y al haber pasado tanto tiempo, los materiales que actúan como aglomerantes se están degradando, dejando al descubierto las microfibras letales”. “Por tanto” -denuncia- “es ahora cuando está empezando a haber un auge considerable de afectaciones por este material”.

‘Marea’ contra el amianto
Ante este estado de cosas, la sociedad civil no ha tardado en movilizarse. El movimiento de los Jubilados de Macosa-Alstom contaminados por Amianto, por ejemplo, comenzó su andadura en 2001. “Al principio nos centrábamos en atender las necesidades legales de los trabajadores afectados” -explica Moreno- “pero en 2017 fuimos más allá e iniciamos una campaña para recoger 10.000 firmas, de puño y letra, en demanda de cuatro puntos: confección de un censo de todo el fibrocemento existente; completa retirada de éste; revisión médica de todos aquellos, sin excepción, que hayan estado en contacto con él; e inversión pública en investigación de las enfermedades causadas por este material”.

Las firmas se entregaron a la alcaldesa Ada Colau y al entonces presidente de la Generalitat, Quim Torra. Un proceso que culminó en 2019 con la creación de dos comisiones de trabajo (una técnica y otra política) para elaborar una ley de erradicación del amianto en Cataluña. Sobre estas comisiones, por cierto, sobrevuela hoy el fantasma de la incertidumbre: “Con el cambio de Govern” -señala Soler- “se ha producido un relevo en el responsable del departamento de Presidència del cual dependen estas comisiones. Y estamos preocupados ante la posibilidad de que ello pueda alterar el ritmo de trabajo de éstas, que hasta ahora iba a una buena marcha”.

La Favb, por su parte, realiza labores de presión sobre las instituciones para que la nueva ley recoja aspectos tan esenciales como la elaboración de un censo exhaustivo de este material -sin el cual es imposible implementar un plan de erradicación eficaz- o que se dote a la norma de las partidas económicas necesarias (“porque retirar el amianto es caro”, advierte Soler). Y también de concienciación de la ciudadanía, así como de apoyo a todas las luchas que van surgiendo en barrios y otros sectores por la erradicación del fibrocemento.

Entre estas luchas locales se encuentra la Plataforma contra el Amianto de Horta-Guinardó. Creada el pasado abril, se trata de una entidad que actualmente tiene, entre otros objetivos, combatir un foco de amianto especialmente peligroso: “las barracas que existían bajo las baterías antiaéreas del Turó de la Rovira” -explica Josep Ramon Carme, miembro de la Plataforma- “tenían tejados de uralita. Y cuando se echaron abajo, poco antes de las Olimpiadas, la uralita no fue retirada, sino enterrada”. “Y ahora” -añade- “la erosión que producen las lluvias equinocciales que caen sobre Barcelona está haciendo aflorar toda la uralita enterrada, convirtiendo así la zona en una montaña contaminada, que esparce amianto a los cuatro vientos”. La Plataforma pide a la institución que le corresponde -el Ayuntamiento, en este caso- la retirada inmediata de todo el material tóxico y, entre tanto, la colocación de carteles advirtiendo de que se trata de una zona contaminada.

Según una recomendación (que no obligación) de la Unión Europea, en 2032 debería haber desaparecido todo el amianto del continente. Y todos los entrevistados coinciden en un punto: “Se puede ganar esta lucha. Pero es imprescindible una presión social, una marea que incida en la clase política, conciencie a los ciudadanos y se muestre alerta y vigilante”.

En primer plano, la escuela Prosperitat y el Instituto Galileo Galilei de Nou Barris con cubierta de uralita; al fondo, el Turó de la Rovira, también afectado por amianto

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